Voy a hablar de experiencias
negativas porque es donde todos nos diferenciamos. La felicidad es sentida de
la misma manera en todas las personas. Sea mayor o menor expresada, mayor
o menor sentida. Pero esa sensación de excitación, emoción, el cambio en la
sonrisa y en la mirada, es similar a todos.
Por otro lado hemos escuchado
“Ponte en mis zapatos” miles de veces. Se refiere a que ante un acontecimiento
por lo general de índole negativa la otra persona pueda entender esa situación
que le pudo haber ocurrido a alguien cercano o no, imaginándose que le está
ocurriendo lo mismo. Entonces esa persona llega a comprender lo que la otra
persona está atravesando en ese momento de su vida. Podemos empatizar con el
dolor y eso es universal.
Pero ¿es así en realidad? Y
la respuesta es que no. Vamos a evaluar el porqué de esta conclusión. En un
momento de la vida una persona nace. Lleva una parte genética proveniente parte
de su padre y parte de su madre, se nutre del amor o la falta de éste,
atraviesa por diferentes experiencias que en cada ser humano son simplemente
distintas, también va aprendiendo conductas que van formando su carácter, pero
llegado a los 18 años tenemos a una persona con una personalidad que lo va a acompañar
el resto de su vida. Y esto es el resultado de todo lo hablado previamente.
Entonces una determinada situación
va a ser interpretada y sentida de diferente manera por distintas personas.
Simplemente porque la forma en que va a recibir, procesar, asimilar y
aceptar las cosas van a ser de diferente modo. Estas etapas de proceso
por lo general lo usamos al hablar de duelos (cualquier tipo de pérdida o
cambio en la vida diaria de una persona). Duelos por la pérdida de un trabajo,
duelo por la partida del hogar de un hijo, duelo por la llegada inesperada de
una enfermedad. Todo estos son duelos. Por lo general todas las personas
pasamos por estas etapas.
Ahora bien, en el momento de
procesar una situación determinada. Nuestra mente, utiliza algún mecanismo de
defensa (Inconsciente) para proteger a nuestra psiquis de un desequilibrio. Y
va a utilizar la que se adapte mejor a nosotros y de esto se encarga nuestro
cerebro sin nosotros darnos cuenta de ello. Algunos mecanismos pueden ser la
negación, represión, intelectualización, proyección, deslazamiento, formación
reactiva, sublimación, etc.
Somos personas diferentes y
especiales. A lo mejor el zapato del otro nos quede demasiado chico o demasiado
grande. Simplemente porque la genética, las experiencias de vida, las
costumbres, la cultura, nos formó de una forma especial en la que el otro que
está a nuestro lado es diferente también. Eso es maravillosamente positivo,
vivir en un mundo heterogéneo. Entonces, una situación nunca va a ser vista,
procesada, interpretada, de la misma manera por otra persona. Como el tamaño de
los zapatos así somos nosotros, todos de diferente modelo y tamaño. Y
especiales.
Y el detalle interesante de esto es
que incluso la misma persona va evolucionando. Aunque su personalidad sea
siempre la misma. Las situaciones de la vida lo llevan a ir modificando su
forma de apreciar su realidad. Así que, una situación de mudanza a una
determinada edad. De pequeños por ejemplo, puede ser muy dolorosa y
traumática. La pérdida de su barrio, sus amigos, su colegio, sus costumbres
(dejando de lado que por lo general los niños no son los que toman la decisión
de mudarse). Pero de grandes una decisión de mudanza puede representar cosas
totalmente contrarias a las que se experimentó de niño. Simplemente porque uno
mismo va evolucionando. Y esa mudanza ya no es un trauma, sino un sueño. Y no
nos duele tanto perder a nuestros amigos, porque sabemos que siempre van a
estar ahí y vamos a poder hacer amigos nuevos y aprender hasta incluso de nuevas
culturas.
“Cada persona lleva el modelo y talle de zapato que su
psiquis considera mejor para él, y en todos es diferente” .Podemos llegar a entender solo una
pequeña porción de la experiencia del otro y con esto nos alcanza para poder
empatizar y acompañar.
Autora: Lic. Rhiner Vanesa