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Terapia Sistémica

¿Por qué Terapia Familiar?- Diferentes Modelos.
La terapia sistémica surge como una forma de trabajo más allá del individuo.  Hasta ese entonces, la psicoterapia había sido individual, si bien ya había algunos desarrollos de la grupal (Bion, Perls). Y  el sistema sobre el que se trabajó, fue la “familia”. 
¿Por qué? Porque se pensó que en la familia estaban los otros significativos más importantes para quien consultaba. Estaban las interacciones que sostenían el problema.  Y así se creó la “Terapia Familiar”. Y en un primer momento todos los problemas se trataron desde esta perspectiva, y hasta con la consigna -a veces imposible de cumplir- de que estuviera presente la familia o no se realizaba la consulta.
Pero esto no es del todo así, ya que en Palo Alto (California, EE.UU) el Mental Research Institute -MRI- creó el primer modelo de Terapia Sistémica Breve, que puede trabajar tanto con un individuo, una pareja, una familia o parte de ella.
El grupo de Milán con Mara Selvini Palazzoli a la cabeza- una gran investigadora con aportes inestimables para la Terapia Familiar- entronizó en un primer momento el trabajo con TODA la familia, aunque luego lo fue cambiando. Un coterráneo  suyo, Maurizio Andolfi en Roma, trabajaba con 3 generaciones en entrevistas. También la estrictez de estos modelos se fue flexibilizando con el correr de los años.
El citado modelo del MRI tuvo a mi entender un aspecto genial y revolucionario, que fue poner el foco en “las soluciones intentadas para resolver los problemas”, entendiendo que la gente sufre porque intenta resolver los conflictos con recursos que en realidad los perpetúan. Este modelo entonces apuntaba a cambiar la interacción o el circuito reverberante que sostenía el problema, constituyéndose así el primer modelo estratégico. La terapia consistía en crear una pauta diferente a la que se venía utilizando hasta el momento para que no se hiciera “más de lo mismo”. Resultó así ser un modelo práctico, económico, breve y altamente eficaz.  Figuras relevantes en él: Paul Watzlawick, Richard Fisch, Lyman Wyne, Carlos Sluzky, Don Jackson, Milton Erickson.
Jay Haley se desprende de este grupo y organiza otro modelo estratégico, más familiar y también basado en el intento de solución pero teniendo en cuenta las jerarquías familiares. La estrategia está al servicio de restablecer una jerarquía que fue alterada y resulta disfuncional. A Haley se unió -en la profesión y en la vida- Clöe Madanes, que desarrolló creativas y originales estrategias para afrontar diferentes problemas.
Paralelamente, Salvador Minuchin, Charles Fishman y Braulio Montalvo, perfilan en su trabajo con familias marginales, familias con niños y otras que presentaban trastornos de la alimentación, el Modelo Estructural que, como su nombre lo indica, se basa en la noción de “Estructura”. Pero... ¿qué es la “Estructura Familiar”?.
Es aquello que la interacción va fijando por repetición en un sistema.  Los lugares que van quedando definidos por los circuitos interaccionales más habituales en los sistemas estables. Otra forma más de decirlo: qué le dice qué  a quién en una familia y qué a quien no. Este modelo trabajó con algunas nociones centrales: jerarquía (como Haley), fronteras entre los subsistemas, alianzas y coaliciones. Y presupone que la disfuncionalidad en una familia se debe  a que la estructura que presenta en un determinado momento no es la más adecuada para ese momento en particular.
Todos los modelos de Terapia Familiar le dan mucha importancia al “Ciclo de Vida” de la familia y a la noción de “crisis”, entendiendo que las familias tienen problemas habitualmente cuando se pasa de una etapa a otra de aquél ciclo. Esos momentos suelen ser momentos de crisis en los cuales hay que re-organizar las reglas y las estructuras.  

Hay otros nombres importantísimos en el campo de la Terapia Familiar, con desarrollos más personales y no por eso menos ricos, que no se describen como “modelos”. Entre ellos podemos citar a: Ivan Borszomenji- Nagy, Carl Wthaker y Abraham Ackerman.  Grandes maestros.  Y también a Virginia Satir, llamada la “Cristóbal Colón de la Terapia Familiar”.

Intervenciones sistémcias:
La intervención “madre” en la terapia sistémica -así como lo es la interpretación para el psicoanálisis- es la “redefinición” o “resignificación”.
Como esta línea pone el énfasis en la construcción relacional de los problemas, presupone que tal interacción se basa en una definición de sí mismo y del otro que lleva a una determinada acción que al repetirse, organiza el problema. Por lo tanto, un cambio en esa definición -o sea una RE- definición- organizaría una interacción diferente o, en otras palabras, una solución de otro tipo. Por otra parte, un cambio en la interacción o en la pauta interaccional, al organizar seguramente una realidad diferente, también redundará en un nuevo significado de la situación, o sea en una RE-definición.
Esta nueva significación no es más verdadera que la anterior, sino diferente, alternativa y como tal, permite un juego distinto. En este punto convergen todos los modelos, lo que cambia es la vía para llegar a lograrlo.
Recursos técnicos: muchísimos. Algunos -y sólo nombrarlos porque describirlos llevaría un libro-: tareas, rituales, prescripciones paradojales, interrogatorios circulares, técnicas espacio-corporales, etc., etc., etc.. Y todo aquel recurso que el terapeuta quiera desarrollar teniendo siempre una mirada contextual/relacional. La terapia sistémica es una invitación a la creatividad.

Sistémica, problemáticas y posturas:
La terapia sistémica se ha implementado -y se implementa- en la atención de diversos tipos de problemas. A modo de ejemplo: psicosis, trastornos de conducta en niños y adolescentes, problemáticas de parejas, violencia, abuso sexual, depresiones, trastornos de la alimentación, trastornos de descontrol (adicciones), familias ensambladas y temáticas de divorcio.  Y al ampliarse más allá del individuo, la pareja y la familia: organizaciones laborales y educacionales, comunidades, mediación, redes, problemas psicosociales (migraciones, efectos de cambios económicos, guerras). 
Como en toda terapia, no sólo interesa el referente teórico y el consecuente bagaje técnico, sino la persona del terapeuta y la particular relación que establezca con quien consulta.  Recomiendo: cuidado permanente de la persona del terapeuta con buenas redes profesionales, buenas supervisiones, permanente actualización y sólida formación.  Y lo fundamental: una buena calidad de vida para él.

Terapia Sistémica en Argentina
En nuestro país la Terapia Sistémica comenzó a estudiarse y practicarse aproximadamente por la década del 70', cuando terapeutas argentinos comenzaron a acercarse a esta literatura y a viajar al exterior para formarse en “las fuentes”. Se constituyen los primeros grupos de trabajo y las primeras instituciones de formación (Prefiero en este caso no dar nombres para no olvidarme de nadie y no ser injusto).  Existen en la ciudad de Buenos Aires y el gran Buenos Aires una decena de escuelas de formación actualmente. También hay grupos en algunas provincias: Santa Fe, Córdoba, Mendoza, Tucumán (y seguramente otras que no conozco o me estoy olvidando).  Cada uno de estos centros formativos fue especializándose en determinados temas y/o en determinadas líneas teóricas. También hay muchos terapeutas argentinos que han hecho desarrollos muy importantes- y hasta “escuelas”- en diferentes lugares del mundo, favorecidos por el espíritu mundano de los argentinos y por los “exilios” forzosos que hemos padecido por razones político/económicas.  Aquí sí voy a dar algunos nombres: Carlos Sluzky, Salvador Minuchin, Raúl Serrano, Ema Genijovich, Celia Falicov, Marcelo Pakman, Reynaldo Perrone, Clöe Madanes, etc, etc, etc.
En Argentina, la Terapia Sistémica fue ganándose un lugar en diferentes contextos, como las Universidades, los Hospitales públicos, los Sistemas de Cobertura Social, los Equipos de Atención en Educación y los Servicios de Justicia.  Este lugar - en el mejor de los casos- coexiste con el psicoanálisis, que históricamente se constituyó en nuestro país en la epistemología dominante. De hecho, la gran mayoría de los terapeutas sistémicos argentinos de la “primera hora” habían pasado por el psicoanálisis. 
Lamentablemente, los Centros Académicos Universitarios de casi todo el país tienen una supremacía de materias con enfoque psicoanalítico, a nivel de Facultades de Psicología, que es la carrera que “produce” la mayor cantidad de terapeutas.  (Tampoco sería buena que la supremacía la tuviera la Sistémica o cualquier otra línea; pero esto es otra discusión).
Actualmente los sistemas de Cobertura Social, que concentran cada vez más la demanda de tratamiento psicoterapéutico se están inclinando a tomar profesionales con formación en Terapia Sistémica, que les permite dar una respuesta en mayor brevedad de tiempo que otras líneas.  Pero esto debe ser bien controlado: ¿cuándo una formación es lo suficientemente rigurosa? Y... ¿quién puede acreditarla si, como dije recién, todos sabemos que la formación académica habitual no es amplia en esta línea?.
Si consideramos que la línea Sistémica aún es nueva, los mismos terapeutas que la practicamos y enseñamos debemos ser muy rigurosos para jerarquizarla, tanto teórica como clínicamente.
Esta, considero, es una de las funciones más importantes que hoy tiene ASIBA, la Asociación de Psicoterapia Sistémica de Buenos Aires.  Por tal motivo, ASIBA acredita a sus asociados así como a los programas de formación, de acuerdo con reglamentaciones elaboradas en concordancia con otras Asociaciones del resto del mundo.  Trataremos en los tiempos futuros, que dicha acreditación vaya cobrando cada vez más relevancia.

Autor: Dr. Omar Biscotti