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Primeros auxilios Psicológicos



Tras un acontecimiento o situación traumática como una catástrofe natural, un atentado terrorista o un accidente de avión, las personas afectadas se encuentra en una situación de gran vulnerabilidad, además de experimentar gran sufrimiento. En estos momentos críticos, la intervención psicológica de urgencia es fundamental para restablecer el equilibrio emocional de los afectados. Veamos en qué consisten los Primeros Auxilios Psicológicos (PAP).


¿Qué son los Primeros Auxilios Psicológicos?

La intervención psicológica breve e inmediata en un momento de crisis se conoce como Primeros Auxilios Psicológicos (PAP). Su objetivo principal es ayudar a las personas afectadas a afrontar el evento traumático y evitar que tengan así el mayor número posible de secuelas. No obstante, esta intervención psicológica también ofrece protección, seguridad y esperanza.

Los PAP pretenden restablecer el equilibro emocional de las personas afectadas tras una catástrofe. Es decir, reducir su angustia emocional y apoyarlos para que se reencuentren con su capacidad de afrontar lo sucedido. De hecho, gracias a este tipo de recursos se disminuyen los niveles de estrés, los afectados conectan con su red de apoyo y ponen en marcha diversas habilidad de afrontamiento ante lo sucedido.

Así, podemos decir que este tipo de intervención psicológica actúa como un soporte inicial para que la experiencia vivida no se vuelva devastadora y termine por invadir y deteriorar la vida de las personas afectadas.


Principios básicos

Los Primeros Auxilios Psicológicos son llevados a cabo por profesionales del ámbito de la salud mental y se organizan en torno a una serie de principios básicos:

· Proteger. Las personas afectadas tienen que sentirse protegidas y seguras. Acaban de vivenciar una situación atroz que les ha roto todo sentimiento de controlabilidad, equilibrio y seguridad por lo que buscar un refugio y evitar el contacto con los medios de comunicación durante las primeras horas es fundamental.

· Dirigir. Puede que los afectados se encuentren incapaces de dirigirse a sí mismos por todo lo vivido o que tengan dudas sobre qué hacer y cómo actuar. Los profesionales de la salud mental serán quienes guíen los siguientes pasos y quienes organicen a todos los afectados.

· Conectar. Este principio consiste en conectar a las personas con sus recursos personales, así como con el resto de recursos sociales disponibles y útiles. Se trata de potenciar el afrontamiento de lo sucedido desde la propia persona y desde el exterior.

· Tratar. Otro principio que no debemos olvidar es la propia intervención psicológica con las personas que muestren signos de estrés agudo, ansiedad y duelo, así como cualquier otro comportamiento que se considere necesario.

· Cuidados agudos. La asistencia ante un acontecimiento traumático solo permite una atención aguda y de breve duración. Algo que el profesional debe tener en cuenta para el establecimiento de la relación terapéutica con los afectados.

Además de conocer estos principios básicos para prestar una atención psicológica de calidad, los profesional deben permitir la libre expresión de sentimientos por parte de las víctimas, así como practicar la escucha responsable y transmitir una actitud de aceptación. Todo ello desde un comportamiento empático y de confianza.


Protocolo de los Primeros Auxilios Psicológicos

Los Primeros Auxilios Psicológicos (PAP) se rigen por protocolos de actuación.
Este es fruto de la experiencia de profesionales que han estudiado los efectos de diversos métodos de actuación ante las situaciones de emergencia.


El protocolo ACERCARSE es uno de los más conocidos en este ámbito. Consiste en ocho etapas secuenciales para proporcionar una atención psicosocial de carácter integral. Su estructura y composición es la siguiente:

Ambiente: Esta primera fase consiste en una toma de contacto del psicólogo con la situación de crisis.Para ello tiene que informarse y comprender las principales características de lo sucedido:

· Contextualización

· Evaluación del ambiente

· Selección del paciente o grupo

· Evaluación inicial del paciente

Contacto: En esta fase el psicólogo debe comenzar el contacto con la persona afectada, teniendo en cuenta los siguientes aspectos:

· Observar los aspectos no verbales de la víctima.

· Hacer el contacto y establecer la relación terapéutica.

· Promover el distanciamiento psicológico de lo sucedido por parte de la víctima.

· Realizar preguntar relacionadas con los hechos ocurridos y que faciliten descripciones que lleven al procesamiento cognitivo. De este modo, se evita que la persona se concentre únicamente en los aspectos emocionales.

Evaluación: Una vez establecido el contacto, el psicólogo o profesional de la salud mental tiene que hacer una evaluación de los siguientes aspectos:

· Exploración inicial o examen del estado mental.

· Identificación del problema.

· Estilo de afrontamiento del afectado.

· Identificación de recursos personales de la persona afectada y de los apoyos sociales disponibles.

Restablecimiento emocional: Esta fase consiste en la facilitación de la comunicación emocional para así poder llegar a un buen funcionamiento adaptativo.
El psicólogo hará preguntas a la persona afectada con el objetivo de que esta exprese cuáles son sus emociones y cómo se siente. Para ello, puede utilizar la habilidad de la escucha activa y técnicas de activación y desactivación fisiológica.

Además, se intentará en la medida de lo posible recuperar la red social del afectado, así como estar accesible y disponible.

Comprensión de crisis: El objetivo de esta fase es que la persona afectada comprenda la crisis. Para ello, se le podrá facilitar información general sobre los problemas y los efectos del estrés e información específica sobre el suceso ocurrido. Lo ideal es promover una narración adaptativa en la persona y responder todas sus preguntas.


  1. Activar. Esta fase consiste en activar a la acción a la persona afectada. Para ello, se recomienda:
                 · Recuperar el nivel de procesamiento cognitivo. El objetivo es que la persona se centre en actividades y hechos.

                · Elaborar un plan de acción. Junto a la persona afectada de decidirá cómo actuar explotando sus recursos y estrategias personales.

                · Planificar contratos verbales personales para que el plan se cumpla.


      2. Recuperación de funcionamiento. Esta fase pretende que la persona recupere su vida normal, para ello el psicólogo tiene que promover las siguientes actuaciones:

               · Planificar tareas y actividades próximas y en compañía.
               · Promover que la persona afectada funcione de forma independiente.

               · Dejarle acompañado, ya sea por profesionales sanitarios como por familiares o amigos.

               · Estudiar la posible derivación o traslado.

               · Informar a la persona afectada de su hospitalización, en el caso de que ocurra.

                · Planificar el alojamiento y las actividades para el hogar.

     3. Seguimiento. Como en toda intervención psicológica, los primeros auxilios psicológicos también consideran necesario realizar seguimientos a corto y medio largo plazo. El objetivo es que la persona afectada sienta que hay una continuidad en la atención psicológica recibida.

Como vemos, los primeros auxilios psicológicos contribuyen a que una situación traumática no vaya a más y que la persona afectada se sienta atendida, comprendida y protegida en todo un momento. Una gran labor en la que los profesionales de salud mental son el enlace fundamental para que los afectados puedan avanzar.


Fuente: www.psicoactiva.com

¿Qué son los Psicofármacos?


Cómo actúan los Psicofármacos

Los psicofármacos se emplean en el tratamiento de las enfermedades mentales. Las causas de las enfermedades mentales todavía se desconocen, pero en algunos casos se ha podido comprobar la existencia de alteraciones metabólicas cerebrales; las mejor conocidas son las relacionadas con los neurotransmisores cerebrales.

Los neurotransmisores son sustancias que se liberan en la sinapsis neuronal y que al actuar sobre receptores específicos intervienen en la transmisión de los impulsos nerviosos. Los más importantes son la acetilcolina, la noradrenalina, la dopamina, la 5-hidroxitriptamina (serotonina) y el ácido gamma-aminobutírico (GABA).

En los estados de hiperactividad y agitación existen habitualmente elevadas concentraciones de neurotransmisores en la sinapsis, mientras que en los estados depresivos su concentración suele estar disminuida.
La mayoría de los psicofármacos actúan modificando los efectos de los neurotransmisores cerebrales

Algunos reducen la concentración de neurotransmisores en la sinapsis o impiden su efecto bloqueando los receptores sobre los que actúan, esto produce habitualmente una mejoría de los estados psicóticos, especialmente si se acompañan de agitación. Otros psicofármacos aumentan la concentración sináptica de neurotransmisores por diversos mecanismos, y esto se acompaña habitualmente de una mejoría de los estados de depresión. Sin embargo, muchos aspectos de las enfermedades mentales no se pueden explicar únicamente por las alteraciones de los neurotransmisores, por lo que algunos psicofármacos parecen tener otros mecanismos de acción.

Algunos psicofármacos actúan en la corteza cerebral, pero en su mayoría lo hacen sobre estructuras encefálicas más profundas, como el sistema reticular ascendente del tronco encefálico o el sistema límbico, en el que asientan funciones cerebrales complejas, como las emociones, los recuerdos y la afectividad.


La psicofarmacología ha modificado sustancialmente el pronóstico de las enfermedades mentales. En la actualidad, casi todos los enfermos psiquiátricos mejoran con el tratamiento farmacológico y la mayoría pueden tratarse de forma ambulatoria.

Con frecuencia los psicofármacos sólo consiguen controlar los grandes síntomas o síndromes de los trastornos mentales, como la agitación, la ansiedad o la depresión, pero en algunos casos, parecen conseguir la curación de la enfermedad.

Los psicofármacos suelen clasificarse en cuatro grandes grupos:

1. Neurolépticos o antipsicóticos
2. Ansiolíticos y sedantes
3. Antidepresivos
4. Antirrecurrenciales o estabilizadores del estado de ánimo



Neurolépticos o antipsicóticos

Los neurolépticos o antipsicóticos se emplean fundamentalmente en el tratamiento de psicosis, como la esquizofrenia, la fase maníaca de la psicosis maniaco-depresiva (psicosis bipolar) y las psicosis tóxicas. Se emplean también en el tratamiento sintomático de los estados de agitación y delirio agudo, en los estados confusionales y en algunos casos de dolor crónico.

A los neurolépticos se les llamaba antiguamente tranquilizantes mayores, término que se abandonado porque no son solamente tranquilizantes, sino que parecen mejorar la propia causa de la psicosis; la agitación es ciertamente un componente frecuente de la psicosis, pero también se administran antipsicóticos a enfermos que no están agitados.

En principio todos los neurolépticos son eficaces y la elección de uno u otro depende de la respuesta previa del enfermo al fármaco y de los efectos adversos que se presenten. Algunos son de efecto prolongado, y en principio son más eficaces en situaciones crónicas.

Ansiolíticos y sedantes

La ansiedad  se puede definir como un sentimiento de miedo, temor, aprensión e incertidumbre sin causa justificada. Cuando se acompaña de síntomas vegetativos como sudor, temblor, taquicardia, etc. recibe el nombre de angustia.

Los ansiolíticos son psicofármacos capaces de controlar la ansiedad. En la actualidad los más utilizados son las benzodiazepinas y la buspirona. El primer grupo posee un efecto ansiolítico, hipnótico-sedante (con lo que ayuda a tratar el insomnio), relajante muscular y anticonvulsivo. La buspirona en un ansiolítico puro, sin apenas efectos hipnóticos o tranquilizantes. Sin embargo sus efectos tardan de 2 a 3 semanas en aparecer y en general es menos eficaz que las benzodiazepinas.


Antidepresivos

La depresión es una enfermedad caracterizada por los sentimientos de tristeza, pesimismo, falta de interés, retraso psicomotor, insomnio, trastornos alimentarios y otros. Con frecuencia hay un componente asociado de ansiedad o angustia, sentimientos de culpa, crisis de pánico y tendencia al suicidio.

Los fármacos antidepresivos se utilizan en el tratamiento de todas las formas de depresión, aunque en general responden mejor a las depresiones endógenas. Alrededor del 80% de todas las depresiones responden al tratamiento farmacológico. Este debe mantenerse durante 4-6 meses y suspenderse de forma gradual, ya que si se suspende antes o de forma brusca, son frecuentes las recaídas.

En los estados depresivos suele haber una baja concentración de neurotransmisores en las sinapsis neuronales, especialmente noradrenalina y serotonina. Los fármacos antidepresivos tienden a elevar la concentración de neurotransmisores en las sinapsis. Esto se puede conseguir por dos mecanismos: bloqueando o retrasando la recaptación de los neurotransmisores, con lo que aumenta su concentración en las sinapsis, o inhibiendo la monoaminoxidasa (MAO), que en circunstancias normales destruye los neurotransmisores amínicos, limitando su tiempo de acción. La inhibición de la MAO consigue alargar el tiempo de acción de los neurotransmisores.

La mayoría de antidepresivos actúan por alguno de estos dos mecanismos, aunque algunos aumentan también el número o la sensibilidad de los receptores sinápticos para los neurotransmisores.

Antirrecurrenciales o estabilizadores del estado de ánimo

Un estabilizante del estado de ánimo es una medicina psiquiátrica utilizada para el tratamiento de trastornos del ánimo, caracterizados por cambios intensos y mantenidos del ánimo. El más común es el trastorno bipolar, en el cual los estabilizantes del estado de ánimo suprimen las oscilaciones entre episodios maníacos y depresivos.

Estos fármacos también se utilizan para tratar el Trastorno límite de la Personalidad.

La mayoría de estabilizantes del estado de ánimo son también anticonvulsivos, con la excepción del litio, que es la droga estabilizadora de ánimo más antigua y mejor conocida. Son fármacos que disminuyen la frecuencia y/o intensidad de los diferentes episodios del trastorno bipolar, sin incrementar la frecuencia e intensidad de alguno de los otros tipos de episodios.

Autora: Marta Guerri
Fuente: psicoactiva.com